En muchos sentidos podemos entender el devenir de la vida como un proceso de toma de decisiones en la que cada elección nos sitúa en un camino o en otro. En ocasiones aparecen bloqueos psicológicos que nos dificultan elegir, tomar una decisión, y si esos obstáculos no se superan conducirán a no decidir nada, que en el fondo es una decisión en si misma, que no posibilita que un problema se resuelva.
Muchas veces, cuando discuten los miembros de una pareja, lo que hacen es mantener una lucha de poder para demostrar o demostrarse que sus razonamientos u opiniones son más válidos e incluso mejores que los del otro miembro de la pareja, es decir, se intenta "ganar" a la pareja (inconscientemente ponemos en juego y defendemos nuestra autoestima), estando más pendiente de decir lo que se quiere decir, que de entender lo que se tiene que entender, que es que, si uno pierde, los dos pierden. Solo existen dos posibles finales reales para una discusión de pareja, aquel en que los dos ganan o en el que los dos pierden. Y es que aunque uno se imponga y/o piense que lleva razón y que ha ganado la discusión, lo que en el fondo hace, con este comportamiento, es deteriorar la calidad de la relación pareja, lo que repercutirá en la calidad de la comunicación y en el nivel de afecto que se profesen en el futuro...
La intensidad y la frecuencia de nuestra respiración y el nivel de ansiedad que sentimos, están íntimamente relacionados. Cuando existe un peligro aumentamos el ritmo respiratorio de forma inconsciente, para aumentar el aporte de oxígeno a los músculos y estar preparados para luchar o huir de una forma más efectiva. Es decir, una respiración rápida y superficial genera una sensación de peligro y agitación, seamos conscientes o no de la amenaza que exista, a veces a nuestra propia autoestima, que conlleva una situación determinada (una reunión de trabajo, una mañana entera de gestiones, encontrar aparcamiento cuando tengo prisa, etc.).
Habitualmente se confunden los términos autoestima y autoconcepto, ya que se suele dar la definición de autoconcepto cuando se habla de autoestima. El autoconcepto (la valoración que tengo de mi mismo) lo componen la autoestima (la forma en que me relaciono conmigo mismo, es decir, la calidad de mi diálogo interior o autodiálogo), la autoeficacia (la sensación de que consigo lo que quiero o no) y la autoimagen (la satisfacción que tengo con mi cuerpo y/o con la imagen que muestro). Es decir, la autoestima formaría parte del autoconcepto, pero el autoconcepto es más amplio. También es cierto que las diferentes dimensiones del autoconcepto se relacionan y se influyen entre si aunque podemos encontrar a personas que teniendo problemas con su autoconcepto difieren en el grado de afectación de su autoestima, su autoeficacia y su autoimagen.
Cuando rumiamos no podemos dejar de dar vueltas a algo que tememos o que nos inquieta, generalmente un problema, y que creemos que se escapa a nuestro control. Esperamos que pensando y pensando sobre el tema en particular consigamos tener claro cómo enfocar o afrontar ese problema o vicisitud que nos agobia.
Parece que si lo dejamos estar, no conseguiremos llegar a conseguir "controlar" y por eso nos embarcamos en la rumia. El problema de la rumia es que sesga ese análisis centrándose en el problema y no en las posibles soluciones. Podríamos decir, que la diferencia entre pensar en un problema sanamente y rumiar el problema es que, en el primer caso, a los pocos minutos, empezaremos a centrarnos en las soluciones y eso no ocurre con la rumia. Por definición, con la rumia nos atascamos en dar vueltas y vueltas al problema y a las consecuencias temidas indefinidamente, en vez de buscar posibles soluciones. Por tanto, en esa búsqueda de control, lo que realmente ocurre es que la rumiación provoca un aumento del nivel de estrés y de las emociones que lo suelen acompañar, es decir, ansiedad, miedo e ira, fundamentalmente, e incluso la culpa, que suele aparecer más tarde. Lo adecuado sería interiorizar los peligros de la rumiación y abandonar su práctica; es importante indicar que la rumiación es un intento de control que pretende evitar el miedo o la ansiedad, pero es baldío, ya que consigue un efecto paradójico o rebote, aumentando el malestar y la angustia. Además, muchas veces aparece de forma inconsciente y boicotea nuestros esfuerzos, nuestra atención y nuestra concentración cuando desempeñamos una tarea o actividad diferente.
Muchas personas creen que si sientes ira lo mejor es exteriorizarla, soltarla. Esta actitud está basada en la creencia de que la persona que nos hace daño merece ser castigada. En el fondo, lo que está latente es que uno no es responsable de su dolor, sino que son los demás los que nos hieren. Y si nos han herido entonces se han portado mal; por lo tanto se merecen toda nuestra ira para que aprendan. Es la cultura del revanchismo.
Aunque muchas veces pensemos que lo que sentimos está relacionado de forma directa con las situaciones que vivimos, en realidad, la mayoría de las veces
nuestras emociones dependen de lo que pensamos sobre esas situaciones, de cómo las interpretamos; si bien es cierto que, en bastantes ocasiones, no somos capaces de encontrar
esos pensamientos porque tienden a ser automáticos y actuar a un nivel de conciencia que bordea la frontera entre el consciente
y el inconsciente.
En muchas ocasiones y ante ciertos acontecimientos que nos hacen sentir vulnerables, se nos dispara una forma de pensar que es ilógica, exagerada, inflexible,
que provoca emociones intensas y que poco ayuda a conseguir nuestras metas y objetivos: es el pensamiento irracional.
Muchas personas, a lo largo de su vida, experimentan en alguna ocasión la llamada sensación de vacío, que se localiza habitualmente en la parte alta del estómago. A esa sensación le acompañan habitualmente emociones como soledad, angustia, frustración, desesperanza, desesperación... y todo ello es vivido con un gran dolor y malestar. A la sensación de vacío la suelen acompañar otros sentimientos como el de rechazo o abandono.
En ocasiones posponemos el afrontamiento de situaciones que resultan amenazantes por miedo a bloquearnos y/o perder el control de nuestras acciones. Si ésto te ha ocurrido suele producir una sensación fastidiosa de frustración una vez que la tarea ha terminado y, deja pocas ganas de volver a afrontar la situación cuando sea necesario. En estos casos aparecerá un impulso a huir o postergar, que se verá reforzado por la disminución de la ansiedad que acompaña a la evitación de los problemas; aunque a medio y largo plazo volverá dicha ansiedad acompañada de la incertidumbre, así como una disminución de la autoeficacia y de la autoestima personal.
La pareja debe ser consciente de que nunca es agradable escuchar la expresión de un sentimiento negativo. Es poco probable que nos siente bien, que nos sintamos cómodos cuando alguien nos comunica algo negativo. Cuando expresamos adecuadamente un sentimiento negativo no vamos a provocar agrado en el otro, pero sí incrementamos la probabilidad de que esa emoción no se reconvierta en algo peor y que sea aceptada por la otra persona. La adecuada expresión facilita la recepción del sentimiento, y la correcta recepción incrementa la probabilidad de que la persona vuelva a expresarnos correctamente su emoción negativa.
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