¿Para qué me sirven los problemas?

Inevitablemente, en muchas ocasiones, cuando aparece un problema en nuestras vidas lo acompaña una respuesta interna de estrés, con sus inseparables dosis de ansiedad, miedo, enojo, y a veces culpa. No es fácil ver los problemas automáticamente como retos, ya que en muchas ocasiones la respuesta de estrés es automática. Se necesita cierta disciplina y actitud. Si no lo conseguimos, pues nos distraemos con algo para que se rebaje la tensión emocional e intentamos que aparezca esa actitud deseada en una segunda valoración del problema.

Ese es un buen momento para preguntarnos, ¿para qué me sirve este problema? Una respuesta rápida de una mente inquieta y angustiada nos dirá, "para fastidiarte", "para agobiarte", "para sufrir", "para no vivir en paz", "para que veas que no tienes ni idea", "para hacer el ridículo", etc. Bueno, una forma para convertir un problema en un reto es convertir el propio problema en solución y, en muchas ocasiones, es posible.

Para que se pueda entender ésto, os escribo la metáfora del "granjero y el asno", que es muy esclarecedora y útil para encontrar la inspiración:

Había una vez un granjero que tenía un asno muy, muy viejo. Un día, mientras el asno estaba caminando por un prado, pisó sobre unas tablas  que estaban en el suelo, se rompieron y el asno cayó al fondo de un pozo abandonado. Atrapado en el fondo del pozo el asno comenzó a rebuznar muy alto. Casualmente, el granjero oyó los rebuznos y se dirigió al prado para ver qué pasaba. Pensó mucho cuando encontró al asno allí abajo. El asno era excesivamente viejo y ya no podía realizar ningún trabajo en la granja. Por otro lado, el pozo se había secado hacía muchos años y, por tanto, tampoco tenía utilidad alguna. El granjero decidió que simplemente enterraría al viejo asno en el fondo del pozo. Una vez tomada esta decisión, se dirigió a sus vecino para pedirles que vinieran al prado con sus palas. Cuando empezaron a palear tierra encima del asno, éste se puso aún más inquieto de lo que ya estaba. No sólo estaba atrapado, sino que, además, lo estaban enterrando en el mismo agujero que le había atrapado. Al estremecerse en llanto, se sacudió y la tierra cayo de su lomo de modo que empezó a cubrir sus patas. Entonces, el asno levantó sus cascos, los agitó, y cuando volvió a ponerlos sobre el suelo, estaban un poquito más altos de que habían estado momentos antes. Los vecinos echaron tierra, tierra y más tierra, y cada vez que una palada caía sobre los lomos del asno, éste se estremecía, sacudía y pisoteaba. Para sorpresa de todos, antes de que el día hubiera acabado, es asno apisonó la última palada de tierra y salió del agujero a disfrutar del último resplandor del sol. (Anónimo).

La tierra, que parecía que iba a acabar con su vida, fue precisamente lo que le salvó. Luego, ¿qué es la tierra para ti?,  ¿qué es aquello que como al asno crees que te puede ahogar, sepultar, anular?, ¿cómo puedes hacer para apoyarte en tu problema, resurgir de tus cenizas?,  ¿cuál es el plan que necesitas para cambiar la función de tu problema?, es decir, ¿para qué te sirven tus problemas? ...

No pienses en los problemas como dificultades, sino como oportunidades de acción. Anónimo.

Jesús Mendieta Martínez


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