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Cómo procesar tus emociones y mejorar tu inteligencia emocional

La inteligencia emocional es un término que popularizó Daniel Goleman en 1995. Se basaba en otras teorías de la inteligencia como la de las inteligencias múltiples, de Howard Gardner o la de las inteligencias fluida y cristalizada de  Raymond Catell

 

La inteligencia emocional es un tipo de inteligencia diferente de la inteligencia lógico-matemática, que es la que tradicionalmente medían los test de inteligencia, dando como resultado un CI determinado (cociente intelectual).

 

Lo cierto es que la definición de la inteligencia como la capacidad de resolver problemas de diversa índole debe incluir un adecuado procesamiento de las emociones, así como de la gestión social (inteligencia social).

 

La manera que tenemos de procesar nuestras emociones va a determinar cómo afrontamos los diferentes conflictos, problemas y diversas situaciones que nos encontramos en nuestro día a día. El cómo lo resolvamos y cómo aceptemos y vivamos esa manera de resolverlos influye mucho en nuestra satisfacción personal, con el entorno y nuestro nivel de ajuste a la realidad.

Según Leslie Greenberg en su libro, Emociones, una guía interna, un procesamiento adecuado de las emociones nos permite afrontarlas, gestionarlas y transformarlas en una "llamada a la acción" eficaz. Según él, estos serían lo pasos que debemos seguir para conseguirlo:

 

1. Ser consciente de nuestras emociones. No podemos transformar una emoción sin sentirla previamente. Muchas veces pensamos que las emociones dolorosas son malas o negativas, pero esto no es así. Ninguna emoción es negativa, lo negativo es dejarnos llevar por ella. Debemos "estar dispuestos/as" a sentir. Para ello, debemos tomar conciencia de nuestras emociones, prestarles atención. Establecer un contacto con la sensación que deja en nuestro cuerpo. No es necesario, en este paso, ponerle un nombre. Se trata sólo de sentirla. También es importante prestarle atención al diálogo interno que acompaña estas sensaciones. Sólo prestar atención.

 

2. Dar la bienvenida a nuestra experiencia emocional. No debemos evitarlas o luchar contra ellas. Debemos darles la bienvenida, detenernos en ellas, respirar y dejarlas llegar. Es como si estuviéramos en la playa y, metidos/as en el agua, decidiéramos darle la espalda a las olas. Sin duda nos golpearían y nos arrastrarían. Nunca hay que darle la espalda al mar, igual que nunca hay que darle la espalda a lo que sentimos.

 

3. Describir nuestras emociones con palabras (ponerles nombre). El siguiente paso es describir con palabras lo que sentimos. Para ello, debemos ampliar nuestro vocabulario. Utilizar más palabras, además de bien, mal, alegre, enfadada/o, triste... Esto nos permite cogerle el pulso a lo que sentimos y manejar mejor el problema.

 

 

4. Identificar nuestra experiencia primaria. Las emociones primarias son respuestas fundamentales, viscerales a las situaciones. Son nuestros primeros sentimientos a lo que está ocurriendo en este momento. Son valiosas para nuestra supervivencia y nos ayudan a adaptarnos mejor al medio. Reconocerlas y usarlas como guía requiere entrenamiento y cierta disciplina, puesto que debemos diferenciarlas de las emociones secundarias, que son defensivas e instrumentales.

 

5. Evaluar si un sentimiento primario es saludable o no. Esta decisión es personal. Nadie puede decidir por ti si una emoción básica es saludable para ti o no lo es. Si es saludable, debes utilizarla como guía de acción, si no lo es, debes cambiarla. SI, por ejemplo, te han tratado injustamente, debes defenderte. Si has sufrido una pérdida, debes recuperarte. En cambio, también puedes decidir que tu ansiedad es exagerada y no te aporta nada bueno, que tu enfado es injusto o que tu tristeza te está impidiendo llevar una vida más plena. 

 

6. Identificar los pensamientos destructivos que acompañan a la emoción desadaptativa. Los pensamientos desadaptativos suelen ser hostiles y buscan culpables. Muchas veces son esa "voz crítica" que te habla interiormente, como un personaje agresivo, maltratador, que busca constantemente machacar la autoestima y las relaciones. Imagínate que te está hablando otra persona. Di en voz alta lo que te está diciendo. ¿Qué te parece? Quizá veas que es desproporcionada y cruel con respecto a lo que ha ocurrido y que no te permite validar tus sentimientos. Transfórmalos en mensajes más saludables. 

 

7. Encontrar emociones y necesidades adaptativas alternativas. Respira profundamente mientras estás sintiendo el malestar y reconoce qué sientes además de esa emoción tan dominante. Detrás, encontrarás la emoción subdominante. Probablemente, esa emoción sea la más saludable. Identifica la necesidad que hay tras ella. Por ejemplo, una mujer que ha sufrido maltrato puede sentir un intenso miedo al pensar en ello (emoción dominante), pero además, puede sentir enfado (emoción subdominante) por haber sido injustamente tratada. La necesidad básica sería la protección, o el consuelo. Identificar lo que necesitamos es fundamental para reconducir la situación hacia un proceso más saludable. 

 

8. Transformar la emoción desadaptativa y los pensamientos destructivos. Transformar la emoción con emoción. No se puede hacer simplemente a nivel racional. Debemos encontrar emociones saludables alternativas que sustituyan a las desadaptativas. Se trata de integrar tus nuevos sentimientos en tu identidad, una nueva sensación de ti misma/o que haga que mejore tu aceptación y autoestima.

 

De esta manera, nuestras emociones se vuelven coherentes con nuestros valores y nuestras acciones y, en esta coherencia, encontramos un lugar en el que estar, aceptar, afrontar, vivir, lo cual nos ayuda a vernos bien, en nuestro centro, en nuestra paz.

 

Irene Mollá Balañac

 


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