El verdadero significado de la Navidad

En estos días celebramos en occidente la Navidad. Para muchos, es la celebración del nacimiento de Jesús, Cristo, hijo de Dios. Una época para estar con la familia, dar y recibir amor, regalos, para dejar a un lado las diferencias y festejar con alegría. Buenos deseos, ayudar a los necesitados... 

 

Para otros, es el recordatorio de todo lo que no tenemos. Nos obliga a recordar a los que ya no están o lo que nos duele. Nos obliga a estar con personas con las que no nos sentimos queridos/as. Nos obliga a sonreír ante símbolos que no comprendemos y que representa todo aquello contra lo que luchamos. El consumismo, la hipocresía. Nos recuerda épocas dolorosas de la infancia en la que no teníamos habilidades o herramientas suficientes para protegernos.

 

 

Para unos/as y para otros/as, son fechas significativas. Pero, ¿cuál es el origen real de la Navidad? Sabemos que el 25 de diciembre es una fecha de celebración del solsticio de invierno de múltiples culturas anteriores al cristianismo. En realidad, esta fecha marca el comienzo de las 12 noches más largas del año, hasta el 6 de enero, fecha en la que la luz, el sol, renace para recordarnos que la oscuridad no permanece para siempre. Sino que, invariablemente, termina para dar origen a un nuevo año de crecimiento y renovación de la naturaleza. 

 

El ser humano, en su necesidad natural de celebración, recurre a creencias espirituales para recordar, anclar, lo que es verdaderamente importante. La vida misma, el sentido de su existencia, el significado de su identidad individual y colectiva. 

 

Nunca nos atreveríamos a hacer un juicio de valor acerca de las creencias espirituales de nadie, no somos quién. Pero sí nos gustaría subrayar la importancia de los símbolos, que nos conectan con nuestro sentido de vida, con la naturaleza de la vida y esa identidad individual que nos hace sentirnos en paz con nosotros mismos. Busquemos un símbolo propio de renovación personal. Miremos si los símbolos que nos rodean tienen sentido para nosotros/as y cambiemos los que no lo tienen.

 

Reflexionemos acerca del consumismo salvaje y los ritos vacíos. Utilicemos los símbolos propios para renovarnos individualmente y renovemos también los vínculos que merecen renovarse con los demás y también con la Tierra.

   

Es nuestro deseo navideño para todas las personas en estas fechas.

 

 

El recuerdo, como una vela, brilla más en Navidad. Charles Dickens

Irene Mollá Balañac


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