La crítica patológica (o autocrítica destructiva).

Todos nos criticamos de vez en cuando. Cuando hemos cometido un error, cuando se nos cae un vaso, cuando deberíamos haber hecho y no hicimos algo. Rápidamente nos sale una voz que nos dice: “¡Idiota! Cómo no te has dado cuenta …Otra vez…”. Evidentemente, esta voz interior crítica tiene una función: nos permite darnos cuenta de nuestros errores, aprender de ellos y “no volver a cometerlos nunca más”. Es parte de nuestro sistema de funcionamiento, que aprende a base de ensayo-error y de hacerse consciente de los errores. La persona que no tenga una mínima capacidad de autocrítica será una persona rígida, autoritaria y, a la larga, infeliz porque sentirá que “todo se pone de su contra”.

La crítica es, pues, necesaria y útil, pero una cosa es utilizar esta función natural de la que disponemos para aprender, y otra muy distinta es la llamada crítica patológica. Ambas se basan en lo mismo; la persona se critica para algo: para aprender, para no volver a hacer algo, para evitar siempre al que, en última instancia, pretende ser beneficioso para uno mismo.

 

Pero ése es el único parecido. A partir de ahí, la llamada crítica patológica se convierte en el monstruo del que antes hablábamos, en algo demoledor y aplastante para el que la sufre.

 

La crítica patológica es como una voz interior que siempre va con la persona y no la abandona en ningún momento. Suele juzgar, culpar, hallar en casi todo lo que se haga un error imperdonable y también suele comparar a la persona con las demás, siempre en términos negativos. El sentimiento que suele acompañar a la crítica es la CULPA o la DEPRESIÓN.

¿Te sientes identificado/a? Quizá te parece que “algo” de eso tienes, pero no tan exagerado. O quizá justificas tu crítica diciendo que la utilizáis sólo para enmendar errores.

 

Lo que separa un tipo de crítica “normal” de la crítica patológica es el sentimiento resultante y la conducta que sigue.

 

Si te pillas sintiéndote muy frecuentemente mal contigo mismo/a, con sensaciones de culpabilidad o rabia hacia ti, dándole vueltas una y otra vez a que “deberías” haber hecho, dicho y hasta sentido algo que no hiciste y si, a consecuencia de ello, evitas situaciones parecidas o las vives cada vez con mayor angustia, entonces tu forma de criticarte es indudablemente destructiva y patológica.

 

A veces cuesta darse cuenta de que estamos utilizando una crítica destructiva. Podemos sentirnos, sólo, permanentemente mal, sin identificar que allí hay una voz que nos produce ese malestar. A veces no nos atrevemos a señalar a esa crítica, por temor a sentirnos peor si la desenmascaramos. Ello ocurre porque la crítica destructiva está metida en nuestro interior desde hace mucho tiempo y casi forma parte de nuestro ser (¡casi!).

Características de la crítica patológica

¿Cuáles son las características de esta crítica destructiva?: Por un lado, dado que lleva tanto tiempo junto a nosotros, siempre la creemos.”Evidentemente”, si algo ha salido mal en una situación, es por nuestra culpa y nos resistiremos de todas las maneras posibles a aceptar que otros pueden haber tenido también parte de culpa.

 

Este grado de incuestionabilidad que le conferimos hace que interpretemos las cosas que nos suceden con muchas distorsiones, siempre en nuestra contra. También hace que tengamos atribuciones erróneas; es decir, casi siempre las cosas que nos suceden se habrán producido por “nuestra culpa” (atribución interna) y “como siempre” (atribución estable).

 

Otra característica de la crítica destructiva es su lenguaje negativo. La crítica nunca alaba, no nos hace sentir bien en ningún caso y, sobre todo, no provoca más que nos sintamos mal. En vez de invitarnos a crecer, nos deja estancados en el malestar.

 

Imaginemos un niño que es algo torpe y se le caen frecuentemente las cosas de las manos o las tira al suelo sin darse cuenta. Si le decimos constantemente “¡Eres un desastre! ¡No sirves para nada! ¡Siempre lo tiras todo!”, ¿crees que este niño aprenderá a ser más cuidadoso y cauto? ¿O más bien se sentirá mal y nada más? Ese es el efecto del lenguaje negativo que utiliza nuestra crítica. 

La crítica destructiva es también muy intensa emocionalmente. No nos deja indiferentes o “ligeramente molestos”, sino que nos revuelve, nos toca muy dentro, hace que nos sintamos muy mal y, por ello, que nos cueste salir de este estado de malestar. Las personas que llevan mucho tiempo viviendo con críticas intensas relatan que tardan en volver a recomponerse días enteros. Por mucho que lo intenten, olvidándose, distrayéndose o desahogándose con un amigo, siempre tienen por detrás esa voz crítica que les dice que “eso” que hicieron es imperdonable.

 

Evidentemente, aunque aquí plasmemos el lenguaje de la crítica como si se formulara con frases enteras y gramaticalmente correctas, el lenguaje real que utiliza la crítica es, como todos los automensajes, taquigráfico. Podríamos decir que a veces incluso es pictórico. La crítica nos asalta con palabras sueltas (“Inútil”), con alguna imagen concreta (mirada censurante del padre), o incluso con algún símbolo (dedo levantado). Quizás si lo relatamos, no parece tan grave la imagen o palabra, y a los demás les puede parecer que no es para sentirse tan mal, pero nosotros sabemos perfectamente lo que significa ese “¡Idiota!” o ese dedo levantado. Son años y años de haber convivido con la crítica, y no necesitamos que nos haga grandes pláticas para comprender lo que nos quiere decir.

 

Otra característica muy importante de la crítica es que no para. No le basta con reprocharnos el error que puntualmente acabamos de cometer, sino que encadena hechos y acusaciones. Si hemos hecho algo mal, la crítica tiene muy rápidamente a mano palabras “siempre”, “nunca”, “todos”, “nadie”. Se acuerda con gran facilidad de otras ocasiones en las que cometimos errores parecidos y nos hace llegar a la conclusión de que, puesto que no aprendemos de los errores, somos unos inútiles. A veces, incluso nos remite al pasado más remoto, hace un rápido balance de nuestra vida, en la que, por supuesto, todo ha sido desastroso.

El resultado es un encadenamiento de situaciones a reprochar y un consiguiente malestar multiplicado por el número de situaciones que se nos ocurren.

 

La palabra favorita de casi todas las críticas destructivas es el “debería”: en vez de haber cometido ese error, yo “debería” haber hecho…; mi conducta no es valorable (aunque haya sido correcta), porque “debería” de haberlo hecho mejor o distinto o…; evito esta situación porque “debería”…. Y como soy un desastre, no lo hago…,etc. La crítica nos pone un listón, que la mayoría de las veces es objetivamente inalcanzable y perfeccionista, y como nunca podemos alcanzar este listón, nos azuza con el “debería”. Es como un padre autoritario que nos dice: “sabes lo que tienes que hacer y si no lo haces, es tu culpa”. El problema es que , como hemos dicho, es listón es inalcanzable y, por otro lado, quizá nadie nos haya explicado cómo siquiera acercarnos a él. Sin embargo, eso le es indiferente a nuestra crítica, que da por hecho que “deberíamos” saber cómo hacer las cosas.

 

Se está hablando de la crítica como si fuera algo externo: “la crítica hace…”, “la crítica nos hace sentir…”. Esto no es fortuito, porque la última característica de la crítica, y quizás la que hace que sea más difícil de cambiar es su interiorización. La crítica forma parte de nosotros, la tenemos tan metido y la llevamos escuchando desde hace tanto tiempo (quizá, en nuestra infancia la escuchábamos en boca de nuestros progenitores y ahora lea escuchamos en nuestro interior), que estamos acostumbrados a ella. Va siempre con nosotros, hagamos lo que hagamos, y hasta la sentimos como “acompañante”.

 

Como la vivimos como algo tan nuestro, nos resistimos vehementemente a cuestionarla y eliminarla, siempre encontramos razones por las que la crítica nos es útil y necesaria. A la vez, nos sentimos totalmente indefensos ante ella y no nos atrevemos a rebelarnos, porque le tenemos miedo. Sólo cuando logremos contemplarla como una “voz” que puede ser separada de nuestro ser, lograremos vencerla.

 

RESUMEN

Las características de la crítica destructiva son:

  1. Incuestionabilidad.
  2. Lenguaje negativo.
  3. Intensa emocionalmente.
  4. Lenguaje taquigráfico o incluso con imágenes.
  5. No para.
  6. Su palabra favorita es “debería…”.
  7. Interiorización

 

Tenemos que aprender a ser nuestros mejores amigos, porque caemos muy fácil en la trampa de ser nuestros peores enemigos.  Roderick Thorp                

Jesús Mendieta Martínez

Texto extraído y adaptado de:

- Olga Castanyer y Estela Ortega. ¿Por qué no logro ser asertivo?. Ed. Desclée de Brouwer. Bilbao, 2001.

 

Libro recomendado:

- Matthew McKay, Patrick Fanning. Autoestima, evaluación y mejora. Ed. Martínez Roca.



Escribir comentario

Comentarios: 0